
Por: Hernan Cabrera *
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
Sin duda, será una de las preguntas que me hará Ariadne cuando escuche o vea en las redes sociales y en los medios de comunicación, confrontaciones regionales y sociales, bajo los gritos: “los collas son racistas”, “los cambas son racistas”, “el gobierno confronta con el tema del racismo”.
Qué decirle a una niña que va desarrollándose y creciendo en un país intenso, que desde su nacimiento ha venido viviendo de conflictos en conflictos. De todo calibre y de dolores. Pero en sus 196 años desde su fundación hasta la actualidad, cual aparcero nos acompañó la tara social del racismo, ese que nos divide, nos confronta, nos enoja, nos enemista, nos polariza para imponer el criterio de una raza o de una posición política que nos hiere cada vez y lamentablemente nos distancia constituyéndose en un golpe bajo a los derechos humanos.
La historia reciente está plagada de hechos racistas: desde aquel que en la ciudad blanca hicieron arrodillar a un grupo de campesinos pidiendo perdón hasta el grito de mujeres de pollera que afirmaban “que los cambas son flojos, son malos y hay que matarlos”, y ahora último el triste pedido del llamado Comité Nacional de Lucha contra la Discriminación y Racismo, el de que todo funcionario público para acceder o para mantenerse en el puesto de trabajo debe portar un certificado de “no racista”.
Este anuncio pasó casi desapercibido en la opinión pública, quizás por la desmedida pretensión y porque es una medida atentatoria a los derechos humanos y da para la manipulación a toda escala. Incluso el gobierno no le dio mucha importancia, pero como muchas veces en el Estado Plurinacional se vienen cociendo habas a fuego lento, no es nada raro que ese anuncio se haga realidad dentro de muy poco. ¿Quién puede certificar que fulano o zutano es racista o no es racista? ¿Qué parámetros van a tomar en cuenta? ¿Cómo medirán los niveles racistas de una persona? ¿No es más racista pedir un certificado de no racista? Sin duda, un asunto que se lo tiene que dilucidar de forma urgente y no nos sorprende que la plurinacionalidad deba contar con este certificado racial.
Ariadne, el racismo no es una posición ideológica, política, ni opción de vida. Es algo tan profundo que está arraigado en la historia y en las culturas de nuestro país y ese algo nos hiere, nos destruye, nos corroe, nos contamina los sentimientos y las relaciones sociales y colectivas. Ese algo ha sido usado como bandera política, tanto desde los espacios de poder que lo representan el gobierno, los comités cívicos, los partidos políticos, determinada forma de hacer periodismo, con el objetivo de mantenernos peleados y confrontados, en cuya dinámica los más golpeados somos los ciudadanos de todas las clases sociales.
El racismo es odio de una persona hacia otra, de una clase social contra otra, odio que grita que uno es superior al otro y se cree que tiene las potestades para imponer sus acciones, sus discursos, su visión de la realidad. Un señor llamado Hitler, entre 1941-1945, desafió al mundo y quiso que la humanidad se doblegara bajo su sueño de la vigencia de una raza, que según él era superior a todos, y por ello masacró a millones de niños, hombres y mujeres, destruyó pueblos.
El racismo, Ariadne, es una poderosa arma política que hoy se la está usando en desmedro de la convivencia social y de la dignidad de las personas y los grupos sociales y ciudadanos.
Cuando a un niño se le dice “negro”, “indio”, “flojo”, “hediondo” se le está haciendo tremendo daño y se lo califica como un ser humano inferior a los que insultan. Cuando a los indígenas se los usa, manipula, se los divide es hacerse la burla desde el poder para sus determinados fines.
Ariadne, el racismo nunca puede ser parte de nuestros pensamientos ni vocabulario. Ningún niño es racista, se puede hacer racista y tal como van las cosas en Bolivia es probable que muchos niños tengan en sus mentes ya esa tara, que la están imponiendo, pero tendremos la firme esperanza y entereza contra la fobia racial, bajo la premisa de que todos los niños y niñas bolivianos son seres humanos, con los mismos derechos, y el racismo no tiene ningún resquicio para molestar el desarrollo infantil.
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