
Por: Julio Peñaloza Bretel *
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
Se han apoderado de las redes sociales versión boliviana, unos especímenes que ejercitan su empeño cotidiano en hacer del nuestro, un país ridículo que apuesta a no tomarse en serio a si mismo y que ha convertido la repostulación de Evo Morales en el principio y el fin de la vida planetaria. Es para quedar impresionado y de tanto sin sentido perpetrado de a 140 caracteres por minuto, será bueno tener claridad y cierta experiencia para decidir si desternillarse de risa o ponerse a llorar con la dignidad de quien sabe hacerlo sin buscar consuelo.
Bolivia es hoy, en términos generales, una nación de naciones sin partidos políticos, y con candidatos presidenciales que compraron o se prestaron siglas. Mesa se hizo del FRI. Cárdenas de UCS. Paz Zamora regresa a su fuente primigenia --el PDC-- que le cierra espacio a una señora que vive en un helicóptero creativo inventando bases venezolanas allí donde nunca las hubo ni las habrá. El hijo del chapaco Gringo Limón encabeza la candidatura de un MNR que ya no es un partido hace mucho, sino una broma melancolica de un ayer que persiste en revalidarse durante un siglo XXI signado por nuevas formas de percibir y aprender la vida.
Así tenemos a Mesa con la sigla del partido fundado por el Motete Zamora que nació a la vida institucional como maoísta y acabó en los brazos de Paz Estenssoro y Banzer. También figura Cárdenas, el otrora katarista palmoteandose con unos reaccionarios e intolerantes evangélicos de Santa Cruz de la Sierra que, juntos, lograron manotear la sigla del partido de Max, el cervecero, un asistencialista que quiso ser presidente y encontró la muerte antes de tiempo, pero más vale que ahorremos más descripciones allí donde lo que encontramos a cada paso son anécdotas, unas debajo de otras, en forma de tweets. Los dos, Mesa y Cárdenas, hay que recordarlo siempre, fueron vicepresidentes de Gonzalo Sánchez de Lozada y Sánchez Bustamante.
Con la excepción del Movimiento al Socialismo (MAS) que es una confluencia en que cohabita la multitud plebeya con todas sus formas, colores y olores, desafiando la autosuficiencia letrada de variados presuntuosos que leyeron mucho y comprendieron poco, y el centro derechista Movimiento Demócrata Social (MDS) de Santa Cruz, en la desintitucionalizada política boliviana hay siglas con personería jurídica vaciadas de inteligencia, visión de mundo, visión de país, militantes, instancias jerárquicas orgánicas o células barriales. En el primer caso, el candidato formalmente ingresado en el escenario electoral –ese era su objetivo medular en estas primeras primarias—es el tres veces electo con mayoría absoluta Evo Morales, y en el segundo caso, encontramos a un Senador de nombre Oscar Ortíz que estoy casi seguro, ni siquiera sabe como ejecutar el paso básico de la cumbia. El uno antiimperialista a más no poder, y el otro, pro yanqui, como lo confirman sus distintas ligazones con partidos políticos del circuito de la derecha latinoamericana alineada con Washington y con fundaciones entrenadas en tratar de penetrar sin permiso nuestras dignidades combatientes a tutelajes e injerencias como las que se ejercitan a diario contra la muy lastimada Venezuela de Nicolás Maduro.
Ese el patético panorama que nos encara hacia octubre de este recién nacido 2019: 1. Bolivia dijo no, pero también dijo Sí. 2. El Vice desplegando su mejor esfuerzo para explicar los impresionantes números de la nueva economía asentada en un modelo distinto al mercantil neoliberal, pero seguramente, como él mismo dijera, preocupado porque concurrieron a las urnas menos de la mitad de los militantes de su partido. 3. Samuel al que por fin le demostraron que no siempre una candidatura es posible solamente con una chequera rotunda y quedó fuera del ruedo sin siquiera haber ingresado al vestuario para jugar. 4. La sarta de portavoces remunerados, operadores disfrazados de analistas neutros que acuden a impartir capacitaciones a Los Yungas, que cuando están en la ciudad, juegan agazapados sobre sus teclados a escribir cuanta bazofia crean necesaria para hacer un Alpacoma virtual, un relleno que de sanitario tiene nada, y de miseria humana lo viene completando casi todo.
Y si de relleno sanitario las redes sociales invadidas por la politiquería no muestran nada, como botadero de desperdicios tóxicos cumplen todos los requisitos: Insultos, agravios, calumnias, injurias, difamaciones, racismo, misoginia, homofobia, falsedades e inexactitudes estadísticas, lo que significa que se han pasado trece años indigestados con el “Indio Presidente” y nunca se detuvieron a planear un proyecto genuinamente alternativo, capaz de remplazar la democracia pactada (1985 – 2005) que cumplió su ciclo hecha añicos y conseguir, con ambición inteligente, derribar el proyecto masista que a esta hora sigue siendo el único con Introducción, Desarrollo y Desenlace, tal como ya se pusiera de manifiesto en la Asamblea Constituyente en la que ganó el Sí frente a la negación, esa con la que persisten en arrancar a Evo de la silla presidencial que ha pasado del piso dos del Palacio Quemado, al veintitantos de su nueva oficina situada en un rascacielos que lleva el nombre de Casa Grande del Pueblo, y en la que casi nunca está porque sigue viajando a tres o cuatro zonas rurales por día.
Frente a tan desolador panorama carente de creatividad, el pasado fin de semana fui a ver “La mula”, última película del gigante y conservador Clint Eastwood que a sus 90 años sigue demostrándonos que pueden existir ciudadanos de derecha dignos y coherentes, que si se atreven a ingresar en el circuito del narcotráfico articulado por los carteles mexicanos, saben que les espera la cárcel, declarándose culpables en los estrados judiciales sin necesidad de que los abogados hagan su trabajo…aquí no, los representantes del conservadurismo señorial y nostálgico no tienen nada que ofrecerle al país hasta ahora y cuando cometen delitos cuelgan el cartel de “persecución política”. Supongo que inventarán algo a título de “programas de gobierno” en los próximos diez meses para justificar su travesía hacia las elecciones de octubre. Como alguna vez dijo el ahora octogenario Jaime Paz Zamora: Qué difícil es amar a Bolivia.
* Julio Peñaloza es periodista
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